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La Santísima Virgen María

Doctrina sobre la Santísima Virgen


Para realizar la reconciliación de los hombres, Dios preparó a una mujer, llenándola de gracias especiales para que fuera la Madre de Dios. La libró del pecado original y de todo pecado, desde el primer momento de su existencia. Esa Mujer, María, sería la Madre de Dios y por ello, auténtica Madre nuestra.

Un día Dios envió al Arcángel Gabriel a la ciudad de Nazaret, a la Virgen María, que estaba desposada con San José. La saludó llamándola "llena de gracia"… Ella sería la Madre del Salvador por obra del Espíritu Santo, porque para Dios nada hay imposible.

La Virgen María aceptó de inmediato el plan de Dios, diciendo: "He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra"(Lc 1,38). En aquel mismo momento, se hizo Hombre la segunda Persona de la Santísima Trinidad, sin dejar de ser Dios.


¿Por qué decimos que la Virgen María es verdaderamente Madre de Dios?


Porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios mismo.


¿Por qué decimos que la Virgen María es madre nuestra?


Porque por su obediencia, se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes; además, porque es Madre de Jesucristo, con quien estamos unidos por la gracia, formando un solo Cuerpo Místico.


¿Cuáles son los singulares privilegios que Dios concedió a la Virgen María?


Su Concepción Inmaculada, su perpetua Virginidad, su Maternidad divina y su Asunción en cuerpo y alma a los cielos.


¿Qué lugar ocupa la Santísima Virgen María en el Plan de Reconciliación?


La Santísima Virgen María ocupa en la redención el lugar de Cooperadora de la Redención, porque colaboró con su fe y su obediencia libres a la reconciliación de los hombres. Por deseo explícito del Señor Jesús, que nos la señaló como Madre (ver Jn. 19,27), la Virgen María es verdaderamente Madre de todos los cristianos, quienes realizan su peregrinación terrena bajo los tiernos cuidados maternales y la compañía de María.


Festividades marianas del mes de septiembre


La Natividad de la Santísima Virgen María (8 de septiembre)


El Papa Francisco destacó que este 8 de septiembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Natividad de la Virgen María y ofreció tres breves enseñanzas a los fieles reunidos para la Audiencia General que se llevó a cabo en el Aula Pablo VI del Vaticano.

En primer lugar, el Santo Padre destacó que “esta fiesta nos recuerda que Dios es fiel a sus promesas y que, a través de María Santísima, ha querido habitar entre nosotros” por lo que rezó para que “¡la alegría de acoger su presencia de paz y de alegría esté en cada uno de ustedes!”.

Luego, el Papa invitó a pedir a nuestra Madre “que nos ayude a redescubrir la belleza de ser hijos de Dios y, superando las diferencias y los conflictos, nos ayude a vivir como hermanos”.

Por último, el Santo Padre señaló que el día de la Natividad de María, Madre del Señor, recuerda que “como hermanos y hermanas de Jesús, María es también

nuestra Madre” por lo que alentó a que “¡Formemos una familia con Jesús y María!”.

“¡Que la Santísima Virgen los proteja y los acompañe siempre!”, concluyó el Papa.


(Homilia de su Santidad Francisco el día 08 de Septiembre de 2022)



Nuestra Señora de los Dolores (15 de septiembre)


Los siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido, el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento, la colocación en el sepulcro.



Simeón había anunciado previamente a la Madre la oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: "Este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc 2,34).


El dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues no ha habido madre que haya tenido un corazón tan tierno como el de la Madre de Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio.


No por ser la Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios. Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para ayudarnos.


La devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados.


La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar nuestras cruces diarias, porque fue en el calvario que el Hijo moribundo nos confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre como la amó Él.


Anécdota de libro "Las Glorias de María" de san Alfonso María de Ligorio


Convertido al no renegar de María

Refieren el Belovacense y Cesáreo que un joven noble, por sus vicios, se vio reducido de rico como lo había dejado su padre, a tanta pobreza que necesitaba mendigar para comer. Se fue a vivir lejos, donde no fuese conocido para no pasar tanta vergüenza. Por el camino se encontró con un viejo criado de su padre, quien al verlo tan afligido por la pobreza en que había caído le dijo que no perdiese el ánimo, porque él podía ponerlo en relación con un príncipe que lo proveería de todo. El antiguo sirviente se había convertido en un impío hechicero. Un día tomó consigo al infeliz joven y lo llevó a través de un bosque a la orilla de un lago, donde comenzó a hablar con una persona invisible. El joven le preguntó con quién hablaba. Le respondió que con el demonio; y al ver el espanto del joven trató de animarlo para que no tuviera miedo. Y continuó hablando con el demonio: “Señor –le dijo–, este joven está reducido a extrema miseria y quiere volver a su antigua posición”. “Cuando quiera obedecerme –respondió el enemigo– le haré más rico que antes, pero en primer lugar tiene que renegar de Dios”. Ante esta propuesta se horrorizó el joven, pero instigado por el maldito mago lo hizo y renegó de Dios. “Pero esto no basta –replicó el demonio–, es necesario también que reniegue de María, porque ella es la que nos causa más pérdidas. ¡A cuántos nos los arranca de las manos y los lleva a Dios para salvarlos!” “¿Qué yo reniegue de mi madre? ¡Eso sí que no! –gritó el joven–. ¡Ella es toda mi esperanza! ¡Prefiero andar mendigando toda mi vida!” Y el joven se alejó apresuradamente de aquel lugar. A la vuelta acertó a pasar por una iglesia de María. Entró el desconsolado joven y, postrándose ante su imagen, comenzó a llorar amargamente y a pedir a la santísima Virgen que le obtuviera el perdón de sus pecados. Y he aquí que María, desde su imagen, se puso a rogar a su Hijo a favor de aquel infeliz. Jesús le dijo: “Pero si es un ingrato, Madre mía; ha renegado de mí”. Mas como María no dejaba de suplicarle, al fin le dijo: “Madre mía, jamás te he negado nada; sea perdonado ya que tú me lo pides”. Todo esto lo estaba observando providencialmente el señor que había comprado la hacienda del joven. Y viendo la piedad de María con aquel pecador y como tenía una hija única se la dio por esposa, haciéndolo heredero de todos sus bienes. Y así aquel joven recuperó, gracias a María, la gracia de Dios y hasta los bienes temporales.


 
 
 

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